
¿Por qué aclamar en silencio,
cuando lo que no existe
precede a lo existente?
Descolgar la última corbata
del corredor que no te lleva a ningún lado,
bajar la mirada,
sabiendo que no quedan sonrisas vagas.
No quiero promesas,
carezco de divinidad absoluta,
pertenezco a la raza de los impíos,
que usufructan los talones ajenos…
¡esos Aquiles tortuosos!
Si pudiera convencerte
de teñirme con sangre,
O de cualquier color que reluzca
por entre lo grisáceo del paisaje...
¿Qué precio conlleva mi cabeza sepultada?
¿Qué vil argumento
Usarás ahora para socavar
Mi extravío en las calles…?
el desenfreno obstinado
de no encontrar conceptos,
ni dudas, ni palabras…
No quiero oportunidades,
ni yo misma las doy,
impero esta vez
con toda la magnificencia
que tiene la sangre real;
y convoco, por última vez:
Al llamado veraz,
de tu propia conciencia.
Implorando,
Dejar de jugar a las muñecas.